The Cat

Con el paso del tiempo se ha convertido en un símbolo cultural capaz de despertar odio, pasión y adoración a partes iguales.

Un dios para los egipcios
Se cree que fue domesticado por ellos hacia el año 4000 a. de C. para convertirlo en el más experto cazador de ratones, ya que la rata se había vuelto una peligrosa plaga para las cosechas. Esta función hizo que el gato se ganara el respeto y la admiración de los egipcios, hasta convertirse en un dios que simbolizaba la protección al hogar, a la familia.

El gato alcanzó el rango de Totem (Myeo) y entró en el panteón de los dioses egipcios. Entre las numerosas deidades con forma de gatas y leonas, la diosa Bastet es la más importante, diosa del amor con cabeza de gata y símbolo de la feminidad, la suavidad, la sensualidad y la maternidad.
El gato llegó a ocupar una posición de tan grande en la familia que, a su muerte, todos los miembros de ésta se rasuraban las cejas en señal de duelo por su pérdida.

Un animal querido en Oriente
El culto dedicado al gato en Egipto dejó sus huellas y su influjo llegó a países extranjeros, como por ejemplo en la Galia, así lo demuestran el descubrimiento de amuletos, estatuillas y sistros que datan probablemente del siglo I a. de C., y en las Islas Británicas, donde se han localizado restos de gatos en diversas ciudades.

En el Lejano Oriente el gato gozó de gran respeto y los monjes budistas criaban gatos que se consideraban sagrados. En Japón, el palacio de Kioto abrió sus puertas a una gata blanca que parió cinco gatitos. El templo consagrado a la gata Maneki Neko, a la que se representaba sentada, y con una pata levantada en señal de bienvenida, demuestra la pleitesía que se rendía al gato en el imperio del sol naciente.

El gato llegó a China y a India poco tiempo después de su propagación en Egipto, allí fue tratado como animal de compañía, especialmente entre las mujeres. En China, al dios agreste Li Shu se le representaba con aspecto de gato y, en la India, Sasti, la diosa de la fecundidad, era el equivalente a Bastet, al igual que en Grecia fue la diosa Artemisa quien creó al gato. La civilización romana apreció al gato no sólo como hábil cazador, valorando además su belleza representada en mosaicos y frescos y estimando mucho su espíritu de independencia, y libertad.

De divinidad a símbolo del mal
Con la propagación del cristianismo, el gato se sumerge en las tinieblas. En la Edad Media, sobre todo entre 1180 y 1233, el gato, con su comportamiento extraño e imprevisible, fue incriminado y considerado símbolo del mal. Se le asoció a los crímenes imaginarios que los paganos atribuían a los cristianos y, después, los cristianos a los agnósticos y a los judíos. Para los cátaros, el gato era la imagen del diablo. Los japoneses del Medioevo distinguieron entre los gatos amuleto, por su pelaje, y los gatos maléficos, por su cola hendida en la punta y porque se podían transformar en brujas.

Cientos de años más tarde, en el siglo XVII, el gato comenzó a ser asociado a la brujería en diferentes lugares del mundo. En casi todas partes el gato negro se asociaba a la buena suerte, y sin embargo en Estados Unidos y en algunas zonas de Europa, como por ejemplo España – donde se mantuvieron las cazas de brujas – se asociaba a estas y les hizo ser considerados como portadores de mala suerte. Con la llegada de la Inquisición se quemaba a los gatos negros fueron o se lanzaban desde los campanarios de las Iglesias.

La superstición conllevó que la peste bubónica se extendiera por gran parte del viejo continente debido a la práctica extinción de estos felinos.